Muchos viajamos porque nos llena el alma, porque al hacerlo satisfacemos -momentáneamente- nuestra curiosidad quasi infinita, aprendemos sobre nuevas culturas: disfrutamos de nuevos sabores, escuchamos nuevos idiomas y ritmos, nos sensibilizamos con las problemáticas sociales, entendemos o cuestionamos sus hechos históricos… Viajar mezcla tantas emociones, que nos cambia, porque de todo destino nos llevamos algo y en cada uno dejamos un trocito de nosotros. Extrañamente, en cada viaje no sólo se conoce más una región, país o continente, uno se conoce más a sí mismo.

Reflexiones como ésta surgen de forma espontánea cuando se dan situaciones muy precisas que favorecen el que experimentemos una inmensa sensación de gratitud. A mí me pasó cuando me di cuenta de que reía, allí, en la cima de la primera “maravilla natural de mundo moderno” que visitaba, en ese momento agradecía el que la vida me hubiera permitido encarnar ese incontrolable deseo de sonreír en distintas partes del mundo… Y en este caso el contexto no era para menos: estando en la cima del Table Mountain sonreír era un reflejo tan natural como el entorno mismo.

Se ve muy bonita y la vista está chula, pero ¿qué hace a esa montaña TAN especial? me preguntó un amigo a quien mostraba mis fotos. Volví a sonreír, pero esta vez con ternura y procedí a hacer mi mejor esfuerzo para concentrar en una respuesta, medianamente breve, todo lo que este lugar llevaba millones de años construyendo y conservando.
Ubicada en la Península del Cabo, Sudáfrica, la Montaña de la Mesa es una eminencia topográfica de cima plana caracterizada por una meseta de aproximadamente 3 km de lado a lado que es rodeada por riscos escarpados.

El área donde se encuentra no es sólo un Parque Nacional, es considerada por la UNESCO como “una de las zonas de biodiversidad vegetal más importantes del planeta”. De hecho, Sudáfrica es el único país del mundo con su propio reino floral, llamado “Reino florístico del Cabo”. Es el más pequeño de los 6 reinos actualmente reconocidos y, proporcional a su tamaño, es también el más diverso de todos.
Además de ser considerada como Patrimonio de la Humanidad por su valor para la biosfera, la Montaña de la Mesa fue elegida como una de las “7 maravillas naturales” del mundo. Lo que implica que, al momento de hacerse un concurso internacional que arrancó con más de 400 nominaciones, quedó seleccionada como una de esas siete joyas naturales que se destacaban por poseer un valor excepcional. De las ganadoras cuatro se encuentran en Asia, dos en América y una en África.

A Table Mountain es imposible “ir de un salto” pues, a menos que tengas una suerte impresionante, ascender y descender te tomará como mínimo unas tres horas. Para llegar a la cima puedes optar por irte a pie, con recorridos que van desde las 2-6 horas dependiendo de si se elige la opción fácil, la hermosa o la retadora; o puedes usar un teleférico que opera desde 1929 y cuyas cabinas poseen pisos giratorios para ofrecerte, en los cinco minutos de recorrido, una experiencia 360°. En ambas opciones descubrirás unas cautivadoras vistas tanto de la ciudad como de la montaña misma y disfrutarás de impresionantes cambios tanto en el clima como en el entorno.

Muchos de los senderos de Table Mountain terminan en inmensas rocas que, para mí, acabaron convirtiéndose en zonas de juego pues acabé saltando de una en una (aunque bien hubiera podido caminarlas). Al acercarte al borde del precipicio te encuentras con espectaculares vistas panorámicas de Cape Town que muestra la relación entre costa, ciudad y montaña, que contrastan y complementan a la perfección al entorno natural en el que te encuentras. Al estar allá arriba te queda en evidencia y sin beneficio de la duda que ¡Sudáfrica es diversamente espectacular!

Y, estando en el momento correcto, es muy probable que puedas apreciar las curiosas formaciones de nubes que en cuestión de minutos hacen que la cima parezca el escenario de una historia de terror.
Yo soy fotógrafa y me comunico a través de imágenes fijas, pero este destino es uno de esos en donde me nace el deseo de invitarte a que vengas conmigo y recurro al video, ¿cómo más podré lograr que escuches la intensidad del viento, aprecies la belleza de la vista y, al mismo tiempo, puedas calificar mi impresión al momento de encontrarme por primera vez tanto en Table Mountain como en Cape Town?
Mientras los amantes de la naturaleza se deleitarán con la belleza y diversidad del entorno, aquellos que buscan la aventura tienen la opción de hacer rappelling desde la cima de esta maravilla del mundo moderno. El descenso, que presenta impresionantes vistas de la montaña y la costa, es de unos 100-120 metros y concluye con un recorrido por un sendero de aproximadamente 25-30 minutos. La empresa que ofrece este servicio es “Abseil Africa ZA” y, por razones evidentes, esta actividad está sujeta a las condiciones climatológicas.

Lo mejor es que no hay que subir a la cima para disfrutar de esta maravilla natural, Table Mountain es la imagen más icónica de Ciudad del Cabo y, de hecho, de toda Sudáfrica. Vista desde abajo ofrece una estampa auténticamente memorable con su curiosa formación, la repentina invasión de nubes traviesas y, en este caso, un hermoso atardecer de verano en enero captado desde el “Waterfront”, corazón de la ciudad de Cape Town y ejemplo a seguir en cuanto a la valoración y el aprovechamiento del patrimonio natural como atractivo turístico.

P.D
Para que veas que no es broma la fuerza que puede alcanzar el viento, te dejo este “blooper” que puede que te dé risa.